El amor no mira con los ojos, sino con el alma.
-William Shakespeare.
Se siente tan complejo y a la vez tan sencillo el pensar hablar sobre el amor. Ya que más allá de que sea una palabra muy cargada en nuestro lenguaje e inconsciente colectivo, es algo inherente al ser humano.
Conocemos el amor de muchas maneras: por nuestra familia, por nosotros mismos, por la pareja, por una amistad, por la vida en sí, por la naturaleza, por los animales, por las cosas, por lo que hacemos, por lo que soñamos, por el amor al amor.
Por lo tanto, experimentamos el amor de infinitas maneras, y así también lo expresamos. El tema del amor es en sí la raíz de nuestra personalidad, la falta de sentirnos amados en algún momento de nuestras vidas se convirtió en el motivo de un comportamiento, patrón o hasta enfermedad. Y es mediante el amor que recibimos (desde una persona, hasta una creencia espiritual, o una terapia), con el cual logramos sanar, perdonar, transformarnos y amar.
El amor también es una decisión: elegir amar a una persona por quien es, decidir amar lo que hago poniendo cariño y dedicación en cada detalle, decidir amarme a mi misma, abrazándome por lo que me gusta y lo que no me gusta; decidir amar a alguien a pesar de que no pensemos igual, nos hayamos lastimado, o no estemos de acuerdo.
Aún cuando está más oscuro, el amor nos ha demostrado a través de la historia, que a pesar de que exista el sufrimiento, el enojo, la tristeza; el amor TODO lo puede, vence y prevalece. Recordemos esto en el mes del amor y la amistad, celebremos, y honremos el amor, ¡y nuestras múltiples maneras de amar!
El amor es paciente, es servicial;
el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece;
no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no guarda rencor; no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.
El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
-I Corintios, 13:4-7