Hace unos días mi mamá compartió una foto de sus guarias, con el mensaje “un saludo de parte de Papachelo (mi abuelo materno), la primera de este verano”.
Hace 50 años, cuando mis padres compraron su casa, de regalo de inauguración, mi abuelo le llevó a mi mamá una planta de guaria morada. Dicen que regalar una orquídea es la forma de expresar los sentimientos de una manera elegante. No creo que a mi abuelo le importara ser elegante, pero si en su tosca manera de ser, quiso regalarle amor, afecto, admiración y cariño a su primogénita.
Desde entonces ella ha cuidado con mucho esmero su guaria morada. Dice que siente la presencia de Papachelo y se nota a verla como abona, poda y riega con tanto amor. Parece que lo acaricia.
Ya muchas veces ha sacado “Keikis”, los hijuelos, y ha hecho varias canastas que han florecido muchos veranos llenando la casa de alegría. También ha querido compartir con sus hermanos algunas de ellas, claramente puedo intuir que en su interior lo que quiere decirles es: “les traigo un pedacito de papá”.
Quise compartir con ustedes esta vivencia familiar, porque siempre he pensado que las personas que amamos no nos dejan al morir, pasan a formar parte de nosotros mismos, dejan su esencia en nuestros corazones y continúan presentes para siempre.
Yo a mis 4 abuelos los identifico muy fácilmente, cuando silbo, cuando veo un celaje, cuando me llega el olor de galletas horneándose, cuando veo mis pies, entre muchas otras cosas. Están siempre conmigo, siento que son parte de mí.
Busquemos en nuestro interior a esas personas que amamos en vida, tengámoslos presentes con alegría y hagámoslos parte de nuestro propio ser.